
El desconocido de Galilea
En la cruz, Jesús sufrió el castigo que merecíamos, y por su muerte, nos ofrece salvación. Como dijo el apóstol Pedro en Hechos 2:23-24, fue el plan predeterminado de Dios que Jesús muriera, pero fue el pecado de la humanidad lo que llevó a su crucifixión.
Escuchar DescargarLa identidad equivocada ha sido un tema recurrente en la literatura a lo largo de los siglos, utilizado tanto en comedias como en tragedias. Shakespeare, por ejemplo, usó este recurso en su obra "Comedia de Errores", mientras que Dickens lo aplicó en "Historia de dos ciudades". El Conde de Montecristo también se basa en este concepto. Sin embargo, cuando la identidad equivocada pasa del mundo de la ficción a la vida real, el resultado puede ser profundamente trágico.
Un ejemplo real de esto ocurrió cuando una madre que había perdido a su hija durante la guerra intentó reencontrarse con ella después de diecisiete años. Viajó desde Chicago a Nueva York para recibirla, pero no pudo reconocerla cuando la joven bajaba del barco. La tragedia de no reconocer a alguien cercano y amado es devastadora, y este tipo de situaciones se han repetido a lo largo de la historia, causando gran sufrimiento.
La Biblia también habla de un tipo de identidad equivocada aún más trágico. En el evangelio de Juan, se dice: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11). Esto se refiere a Jesús, quien vino a su propio pueblo, pero no fue reconocido como el Mesías.
Juan el Bautista también señaló esta trágica falta de reconocimiento: "En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis" (Juan 1:26).
El profeta Zacarías había profetizado que Jesús no sería reconocido en su primera venida, pero que sí lo será en su segunda venida. En esa ocasión, los judíos preguntarán acerca de las heridas en sus manos, y Jesús responderá que fueron recibidas "en casa de mis amigos" (Zacarías 13:6-7). Este pasaje revela la redención en su primera venida y la revelación en su segunda venida. La primera venida de Cristo se enfocó en la encarnación y la reconciliación, mientras que la segunda estará centrada en su identificación y manifestación como el Salvador.
La redención fue el propósito principal de la primera venida de Jesús. En Zacarías, se pregunta sobre las heridas en sus manos, y aunque muchos críticos descartan esta referencia como aplicable a Jesús, los creyentes fieles lo ven como una clara profecía de su crucifixión. Salmo 22:16 también describe la crucifixión con detalles que no se encuentran en los relatos de los Evangelios: "Horadaron mis manos y mis pies". Es un cuadro claro de lo que sufrió Cristo en la cruz.
Cuando se le pregunta a Jesús sobre las heridas en sus manos, responde que fueron recibidas "en casa de mis amigos". Aunque fueron sus enemigos los que lo crucificaron, las Escrituras señalan que fue herido en la casa de aquellos que lo amaban, refiriéndose al pueblo de Israel, la descendencia de Abraham y David, quienes lo esperaban como el Mesías.
Zacarías 13:7 presenta una imagen poderosa: Dios Padre levantando la espada de juicio contra su propio Hijo. Aunque Jesús no fue literalmente muerto por una espada, este símbolo representa el juicio que cayó sobre él por nuestros pecados.
En la cruz, Jesús sufrió el castigo que merecíamos, y por su muerte, nos ofrece salvación. Como dijo el apóstol Pedro en Hechos 2:23-24, fue el plan predeterminado de Dios que Jesús muriera, pero fue el pecado de la humanidad lo que llevó a su crucifixión.
El amor de Dios por nosotros se refleja en el sacrificio de Cristo. Cuando el juicio de Dios cayó sobre Jesús, fue por nuestros pecados, y gracias a su muerte, ahora podemos presentarnos ante Dios sin mancha. Las heridas en sus manos son el recordatorio eterno del precio que pagó por nuestra redención.
En resumen, la identidad equivocada de Jesús por parte de su propio pueblo es una tragedia mayor que cualquier historia de ficción. No reconocer a Cristo significa perder la oportunidad de vida eterna.
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Apdaptado del libro original del Dr. J. Vernon McGee